lunes, 16 de diciembre de 2013

LA IDEA DE MEDICINA EN LOS SHUAR, LO SAGRADO, LO INCONSCIENTE


(Cuando hable de medicina me referiré a la bebida sagrada Ayahuasca, que preparan los indígenas del extremo noroeste de América del Sur, es decir, de la Amazonía. Sabemos que existen medicinas de este tipo, es decir, las más poderosas que ha conocido el hombre por su capacidad de integrar cuerpo y mente, a lo largo de todo el globo terráqueo, en todas las culturas antiguas. Por poner un pequeño ejemplo, tenemos al cactus San Pedro que cura en los Andes, los hongos sagrados que crecen alrededor de todo el mundo en ciertas condiciones climáticas, y muchas más que no citaré hoy día. )

El concepto de medicina toma una importancia central y capital dentro de la vida y el pensamiento indígena Shuar. La medicina, ligada a una relación mente (conciencia) y cuerpo, es para los indígenas de la Amazonía un medio para ampliar la conciencia, a la vez que limpia la sangre de toxinas, liberando al cuerpo de pesadeces innecesarias, preparándolo para un camino hacia las profundidades de nuestra mente, es decir, hacia el inconsciente que todo lo abarca, que todo lo gobierna, que todo lo crea, parecido al torrente dionisíaco de los griegos o a la energía de la serpiente Kundalini en el pensamiento hindú. Es el despertar de ciertos rasgos inconscientes, de los cuales no tenemos consciencia de su existencia, pero de alguna u otra manera los presentimos  o los sentimos en forma de síntomas o complejos. Claramente diferente de nuestra idea “occidental” de salud, que trata los síntomas de un sujeto como un objeto, separando a la persona de su responsabilidad de existir, dejando todo en manos de la ciencia, la salud para las sociedades amazónicas está íntimamente ligada a la expansión de la conciencia o, si se quiere, a la penetración de zonas inaccesibles para la conciencia profana. Este acceso a las antípodas de la mente, va acompañada de síntomas o reacciones que nos dejan ver claramente la influencia de la sugestión en los procesos fisiológicos, la fuerza de la mente para catalizar sentimientos y sensaciones y producir estados indeseables para un sujeto. A diferencia de nosotros los “occidentales de la selva de cemento”,  estos indígenas enfrentan desde muy temprano estas condiciones (mentales) que comienzan por reprimir parte de nuestra personalidad para terminar fragmentándola por completo. Los niños están desde muy tempranos en contacto con estas fuerzas “sobrenaturales”, las conocen, las enfrentan y aprender a convivir con ellas, a diferencia de nosotros, que hacemos todo por reprimir lo que no está permitido, o que creemos en una idea absoluta del bien y el mal.
Al ampliar su consciencia, el sujeto puede verse a sí mismo desde afuera, la capacidad de análisis y concentración llegan a tal punto de convertirse en conocimiento y sabiduría, porque en este punto la medicina actúa descubriendo capas fuertemente enterradas por la convención social y la regla de lo que es “normal”. Empezamos a ganar consciencia, a ganar autonomía ante lo que anteriormente creíamos que estaba “bien” o “mal”. En cierto sentido, los valores se trastocan, sucede algo así como lo que Nietzsche llamó la transvaloración de todos los valores.
La medicina para el Shuar, como para el Cofán, el Achuar, el Quichua, actúa simbólicamente, de manera arquetípica, produciendo dentro de uno mismo imágenes que se encuentran en la naturaleza. La Ayahuasca ayuda a uno a guiarse en el impávido teatro que es la existencia, da sentido y pertenencia,  identifica a uno con su origen, es decir, comprensión de la naturaleza, mas no dominio de ella. El mito cobra vida y actúa así en nosotros, para devolvernos lo que el Occidente, la razón y la ciencia nos han quitado, los mitos que nos conforman, que nos completan, que nos dan la pieza que necesitamos para terminar de armar el rompecabezas de nuestra mismidad. Este mito que perdura y revive en nosotros gracias a la medicina, es el mismo en todo lado, únicamente con cambios en el lenguaje para designarlo, actúa de manera idéntica en la selva amazónica como en los Himalayas del Tíbet, es la parte inconsciente, es el inconsciente mismo, que hay que conocerlo, volverlo consciente…. El Arutam de los shuar se corresponde exactamente con el Tao de los chinos, , con el Kundalini hindú que despierta los plexos haciéndonos conscientes de su existencia, como el Zoé de los griegos que designa la vida vegetativa sin más, la energía vital que todo lo mueve.
Este objetivo de conocer el inconsciente y el sentido que tiene en uno es lo mismo que han perseguido y buscado las ceremonias de iniciación alrededor de todo el mundo y en diferentes épocas. La figura del chamán o del hierofante, del payé o del curandero, es la misma. Sus funciones, idénticas, ayudar a uno mismo a enfrentar su origen, su esencia, su inconsciente. El camino se lo recorre junto a la misma esencia, la naturaleza, que brinda al humanos de vehículos sagrados, vegetales, místicos… desde las ceremonias de iniciación en Eleusis hasta los rituales de Ayahuasca en la selva amazónica, las condiciones para accionar la medicina son exactas. Poca alimentación previa, baño frío para purificarse, sea en el mar, lago, río o cascada, dependiendo de la ubicación geográfica. Debe ser en la noche cuando se tome la medicina, ya que enfrentaremos a nuestro inconsciente, que es oscuro, por lo cual necesita de la noche para aflorar con mayor claridad, ya que nuestra química cerebral cambia levemente en la noche, los transmisores encargados de las funciones superiores de nuestro cerebro se reducen o aumentan, la glándula pineal se prepara para producir las imágenes simbólicas que iniciarán nuestra individuación.
Mientras más entras en la selva, mientras más te alejas del ruido de la ciudad y la electricidad, el tiempo se va dilatando, cada acto es independiente, cada idea es única, se aisla eternamente, se simboliza, todo es mítico aquí… Lo sagrado cobra significado al ser algo que permanece pero no se lo percibe. Se lo siente, sin duda, se lo experimenta. Se podría decir que lo sagrado es eso que no se da a conocer, lo que se mantiene oculto, pero a su vez lo rige todo. Los antiguos lo veían como un gran espíritu o una poderosa entidad que lo ordena todo. Así funciona exactamente el inconsciente, como una entidad que aparenta ser independiente de nosotros, porque no la conocemos o no tenemos consciencia de ello, lo sacralizamos, lo respetamos.  Este concepto de lo sagrado como algo inaccesible al profano si no tiene los medios y los conocimientos necesarios para penetrar en su interior donde encontrará maravillas así como espantosos demonios, está en relación directa con la idea de medicina, de cura. La medicina es sagrada, porque nos abre a nosotros mismos, a nuestro ser, que es lo más sagrado que hay. Este contacto con lo sagrado es equivalente hoy en día, podríamos decir, al conocimiento del inconsciente, o más exactamente, a la integración del inconsciente a los procesos de la consciencia. Sabemos que el inconsciente guarda experiencias de nuestro pasado personal como del pasado colectivo. Ahora se entiende porque la adquisición de un método, o más claro, la aplicación de determinado método para abrir y expandir la conciencia hacia zonas intangibles pero existentes, inexploradas, es de principal importancia en ciertas sociedades donde lo interior impera más que lo exterior, donde uno es importante para sí mismo y no para los demás. La adquisición de un medio que nos lleve a tomar consciencia de lo que sentimos pero apenas sospechamos.
Hoy día, lejos de haber conocido esta fuerza que actúa a todo momento y en todo lugar, la hemos evitado de una manera enfermiza, por no aprender a enfrentarnos a nosotros mismos, por no estar un tiempo a solas con nosotros mismos. Está mal visto hoy en día preocuparse por uno mismo.  El evitar esto ha acarreado situaciones adversas y desesperantes muchas veces, al no saber qué es lo que nos pasa y dejarlo todo en manos de los médicos o psicólogos.  Es un error. Uno mismo tiene el potencial y los conocimientos para estar bien, no los demás. Zapatero a tu zapato.
Entiendo que es prácticamente imposible el querer volver a una forma de vida como la hacían y lo siguen haciendo hoy día algunas sociedades, y mucho más difícil si se tiene en la cabeza la idea de progreso y evolución tal como la entienden hoy día los eruditos y académicos de las instituciones educativas de la modernidad. Lo que se puede y debe intentar es el tomar y rescatar ciertas actitudes, experiencias, prácticas, ideas, que podamos aplicarlas a nuestra vida de ciudadano del siglo XXI.  La experiencia de la medicina que tienen estas sociedades tribales y antiguas es tan necesaria y creo que tal vez de lo más necesario hoy en día para un ser enfermo, capitalista o comunista, que tiene en la cabeza ideas de cambios sociales cuando aún no se conoce y no se ha cambiado a sí mismo.  Hoy en día se empieza a reconocer tardíamente la importancia de una vida sana y equilibrada, en armonía con la naturaleza, y por el mismo hecho de estar en armonía con la naturaleza automáticamente se estará en armonía con uno mismo y con todos. En este caos que llamamos modernidad, con un pensamiento unilateral que raya en la enfermedad, debemos replantearnos muchas cosas que hemos dado por sentado, e incluso darlas la vuelta para ver que sale de nuevo. Obviamente nuestra actitud hacia el mundo y hacia la realidad es un reflejo de lo que nuestra cultura es. Hoy en día veo como todo el mundo busca opciones, alternativas para poder afrontar, y más que nada, para poder continuar de pie en esta realidad que no hemos creado para nosotros, sino que nos la han creado. Pero se olvidan que si no hay una reprogramación de conceptos en nuestras cabezas, sino hay lugar para expandir la conciencia, que abarque no sólo lo que nos puedan transmitir y brindar nuestras instituciones educativas, sino la experiencia directo de nosotros mismos, es decir, la experiencia directa con la naturaleza, para darnos cuenta que nuestra semejanza con la madre tierra llega hasta el mundo de los arquetipos.
Si comenzáramos a conocer la mitología de los pueblos de acá (Ecuador), nos daremos cuenta que las grandes filosofías y escuelas de sabiduría se basaban en postulados idénticos a lo que transmite la mitología local: conócete a ti mismo. Experimenta la unidad. Lucha.

lunes, 18 de febrero de 2013

EL RECLAMO DEL SER



Las plantas y los animales nos observan incrédulos. ¿Cómo es posible que nos maltratemos así? ¿Por qué ambicionamos tanto?
Nos olvidamos de nuestra relación con la naturaleza, y por lo tanto, con la vida.
Ahora sólo continuamos como autómatas de la razón y de la productividad hacia un fin incierto, más negro que el oscuro manantial del ser  al final ¿inicio? del universo.
Este fenómeno de la explotación  y esclavitud humana en su máxima expresión sucede en todo el mundo, a toda hora, y desde siempre ya…
En verdad espero con mucha ansia un cambio radical en la conciencia humana. Pero estos cambios de conciencia y espirituales creo que sólo se podrán dar cuando en verdad la tierra y la naturaleza nos sacuda y nos despoje del materialismo en el que nos hemos enredado…  el consumo de ciertas drogas alucinógenas que podrían romper la cáscara de la conciencia alienada que somos…. O un hecho tal que el centro magnético del planeta se vea afectado, y por lo tanto nuestro ser igual.
 Cuando no tengamos nada más que nuestras extremidades y nuestros instintos para manejarlas, iniciará una nueva etapa del ser humano, si es que puede llamarse Ser a una acumulación de “necesidades” nacidas en el seno del sistema capitalista, que ya ni tiene conciencia de su respiración, ni de su historia. La única conciencia que tiene es la de la acumulación y la satisfacción de necesidades ridículas e intrascendentes que le aseguren su estabilidad “económica”. Porque el mundo gira alrededor de la economía, y no del sol…cuando la verdad es despojada de su lugar tan descaradamente… que más queda sino negarla y vivir en la espesa y neblinosa mentira que se llama cultura…
Quiero una respuesta argumentada a la siguiente pregunta: ¿De qué ha servido hasta hoy todo el edificio teórico que han construido los diferentes “arquitectos” de la cultura occidental, desde Sócrates hasta el momento en el que está escribiendo estas líneas? Yo puedo responder la pregunta, sin necesidad de argumentos, porque no los hay. Simplemente la respuesta es esta: para nada, únicamente para compensar la culpa que tiene el poderoso y  justificar su maltrato a la humanidad. ¿No es acaso esto mismo lo que hizo la Iglesia? Un neoplatonismo de los oprimidos, de los débiles. Se tranquilizan al leer a los grandes clásicos y recibir una especie de respiro, de soplo de aire fresco. Pero como todo aire es pasajero, como todo respiro no es duradero, y nunca  palpable, y como tal, llega a apagarse.
En la época de la conquista, el desconocimiento y la falsificación sobre los conocimientos ancestrales por parte de las sociedades prehispánicas , desde Norteamérica  hasta la Patagonia, han calado hondo en la conciencia occidental, nos ha cegado y vuelto sumisos.  Nos han puesto una obra de teatro por delante de la realidad, somos los personajes secundarios de esta falsa obra, de esta pantomima de la existencia, de la inseguridad para afrontar la nada, porque nada hay atrás del velo, nada hay detrás del escenario vida, del cuadro que nos han pintado y que nos han hecho creer como “realidad” y “verdad”. El primer y gran director, cabeza principal de este teatro de la desgracia: la iglesia. Su ideología: el cristianismo y, consecuentemente el imperialismo capitalista. Su objetivo: inculcar la destrucción y la muerte en cada rincón del planeta donde abunda vida, donde crecen árboles y plantas, donde hay naturaleza, donde todo es puro aún. Consecuencia: una inconsciente insatisfacción general y la “aparición” de la psicología para “curar” a estos enfermos, aparición que por lo cierto no es más que una rememoración (la psicología debe ser de las primeras ciencias que aprendió el humano). Nace aquí otro problema. ¿Bajo qué parámetros determina la psicología actual al loco? ¿A quién se considera curado? ¿Bajo qué criterio vuelve a ser borrego el lobo? Creo que estas preguntas son determinantes para conocer nuestra paranoia de sensatez que nos persigue constantemente, nuestra paranoia del productivismo…
El que piensa, el solitario, el que no trabaja y genera impuestos, es el “loco”, o simplemente, no es. ¿Desde cuándo existe el derecho para determinar la existencia de alguien?
Ahora veamos cómo el imperialismo se gana el afecto y los bolsillos del ser humano. Es igual de oscuro y apestoso como todo lo que ha sucedido en Occidente. Mediante el miedo, mediante la sangre, es decir, mediante la “verdad” científica, la irracional verdad "racionalista".  Porque solo ellos saben cuál es la verdad, pero no nos la dicen, porque nada podemos conocer que no haya sido conocido antes, sólo estaremos seguros cuando estemos muertos, en el reino celestial del más allá se compensará todo el sufrimiento que somos capaces de soportar aquí en la tierra, donde sentimos y respiramos.  El pobre cree que nació pobre por un designio de Dios. El rico cree que con la posición en la que se encuentra será salvado porque es el “elegido”. Sin duda el elegido para destruir el mundo. ¿Quién es el diablo ahora?
¿Cuál es esta fórmula de la verdad imperialista?: estudiar, trabajar, generar dinero para ellos, ser productivo; sólo así podremos alimentarnos  e intentar pensar. Eso si nos dejan intentarlo, y no nos ciegan mediante los medios de comunicación y la televisión, que lamentablemente es a lo que tendemos.
 Sólo obtener lo justo para el alimento y nada más; no hay como viajar, no hay como conocer, porque no hay como dejar de trabajar!  El no trabajar es irse en contra de la lógica capitalista, es morirse de hambre;  el no estudiar es irse en contra de la ideología imperialista. ¿Por qué? Porque tienes tiempo libre para pensar y darte cuenta de la mentira en la que vives, y volcarte a la crítica, lo cual no viene de la mano con la convención. El estudiante es un engranaje más del la rueda dentada y afilada que se llama imperialismo. El sistema es el capitalismo, lo repito, y el estudio académico es un sistema. Por lo tanto el estudiante, el académico, inconscientemente se transforman en el capitalista “culto”, estos pingüinos de la educación. Pero ahora, lo que ha engendrado el capitalismo se está volviendo contra este mismo, como una persona que no tiene otra opción que la de salvar su vida al darse cuenta, después de tantos años, el haber vivido el peor tipo de esclavitud que haya existido jamás. El haber interiorizado la mentira, comienza a gestar patologías nunca antes vistas.
Eso es el capitalismo, un padre malvado, un dios; no el diablo, porque este conoce, pero  a dios le gusta el sufrimiento, y al humano le gusta sufrir… Pero sólo se puede sufrir de esta manera involuntaria hasta que su vida se ve amenazada, y es en este momento de extrema lucidez (paradójicamente la lucidez aparece en situaciones límite, cuando la oscuridad amenaza con cubrirlo todo) cuando el individuo maltratado y bombardeado de insensateces genera un rayo de luz, de conciencia, que penetra fuertemente en el espacio oscuro y lo ilumina. Esta iluminación es la crítica, la autonomía, el inicio de un nuevo camino, la apertura a nuevas experiencias, nunca antes experimentadas por persona alguna (¿o sí?), y por lo mismo; puras, intactas, posibles… obligando de esta manera a re-construir constantemente un sistema propio de conceptos morales, de valorización de la vida; una re-estructuración y posterior limpieza mental. En este punto nos damos cuenta que las palabras son limitadas, no expresan aquello que quieren determinar, por lo tanto quedan excluidas como medio de conocimiento. No están a la altura del silencio y la autocontemplación o ¿contemplación?. Hay que saber integrar  los conceptos, no simplemente saber lo que nombran; de nada sirve lo artificial. Nos damos cuenta aquí la incapacidad que ha tenido este sistema,  así como nuestros antepasados del medio evo,  para crear cosas nuevas, proyectos nuevos, sistemas nuevos, caminos nuevos. La convención y la mediocridad siempre son medios más efectivos de control. La arbitrariedad de la historia lo corrobora.
Al contrario de lo que muchos moralistas y “pensadores” piensan, estas experiencias, la búsqueda de estos nuevos espacios que ayuden a romper los límites impuestos por la cultura (el sistema) son provechosos, fecundos, y ofrecen al individuo una gama gigantesca de posibilidades.
¿Cómo podemos aprovechar esto? ¿Cómo podemos guiarnos a través de este nuevo estado de conciencia que rompe cualquier límite y quiere negar a toda costa lo que limita y enferma?
Simplemente siendo, escuchando lo que el instante tiene para contarnos, y de esta manera eliminar todo lo establecido para radicarse en la pura inmanencia… ¿por qué tenemos miedo de cortar lazos con un pasado que lo único que ha hecho es maltratar a las personas, animales y naturaleza?, es decir, ¿por qué tenemos miedo de cortar lazos con lo que nos ha maltratado constantemente? ¿Acaso somos seres autodestructivos?
Por lo menos yo no lo soy, y reclamo vida y honestidad. ..

por: pedro. a



domingo, 20 de enero de 2013

¿QUÉ SON LAS PLANTAS ALUCINÓGENAS?



Muchas plantas son tóxicas, por lo que no es una casualidad que la raíz etimológica de la palabra tóxico, de uso común entre los especialistas, sea toxicón a su vez derivada de arco, cuyo significado original era “flecha envenenada”.
Las plantas medicinales, precisamente porque son tóxicas, pueden aliviar o curar enfermedades. De hecho, popularmente se acepta que el término tóxico implique envenenamiento con resultados fatales. Sin embargo, tal como escribió Paracelso en el siglo XVI: “Todas las cosas tienen veneno, y no hay nada que no lo tenga. Si una cosa es veneno o no, depende solamente de la dosis”.
La diferencia entre un veneno, una medicina y un narcñotico es sólo la dosis. La digital, por ejemplo, en dosis apropiadas es una de las medicinas más eficaces y recomendadas para las afecciones cardiacas; sin embargo, en dosis demasiado altas puede resultar un veneno mortal.
Por extensión, debería decirse que una sustancia animal, vegetal o química, que se ingiere con un propósio no alimentario y que no tienen un notable efecto biodinámico en el cuerpo. Es claro que se trata de una definición muy amplia, una definición que incluiría sustancias como la cafeína, que empleada en su forma normal como estimulante no produce síntomas que verdaderamente sean producto de una intoxicación, pero en dosis altas definiivamente se trata de un veneno peligroso.
Los alucinógenos deben clasificarse como tóxicos porque sin duda provocan intoxicaciones (estados de trance, embriaguez); se parecen, en el amplio sentido de la palabra, a los narcóticos. La palabra narcótico viene del griego narkoyn (entumecer), y etimológicamente se refiere a una sustancia que, sin tener en cuenta cuan estimulante pueda ser en alguna de sus fases de actividad, termina por producir un estado depresivo en el sistema nervioso central. Es este sentido, tambien el alcohol es un narcótico, pero estimulantes como la cafeína no entran en esta definición, pues en dosis normales no provocan depresiones, aunque si son psicoactivos. En español no existe una palabra que englobe narcóticos y esimulantes, como sí la hay en alemán: Genubmittel (medio que produce placer).

 ILUSTRACIÓN:

Hace ya mucho tiempo que la Datura se ha asociado con el culto de Shiva, el dios de la India asociado a su vez con los poderes creativos y destructores del universo. En esta extraordinaria escultura de bronce del siglo XI o XII, proveniente del sureste de la India, se puede ver a Shiva danzando el Anandatan-dava, la séptima y úlima de sus danzas, donde se combinan todos los rasgos de su carácter. Shiva aplasta con su pie derecho al demonio Apasmarapurusa, que es la personificación de la ignorancia. Shiva sostiene con la mano derecha superior un tambor diminuto que simboliza el tiempo a través del ritmo de su danza cósmica, en el campo de la vida y la creación. Su mano derecha inferior se encuentra en la posición abhayamudra, expresando la cualidad de Shiva de guardián del universo. En la mano superior izquierda sostiene una llama que quema el velo de la ilusión. Su mano inferior izquierda, en la posición de gahajasta, apunta a su pie izquierdo levantado libre en el espacio, simbolizando la liberación espiritual. Su cabello está atado con una banda, en la que dos serpientes sostienen un cráneo como ornamentación central; esto muestra los dos aspectos destructores de Shiva: el tiempo y la muerte. A su derecha se puede ver una flor de Datura. También aparecen botones de Datura trenzados con su pelo ondulante.


 Los alucinógenos, hablando en términos generales, son todos narcóticos, aunque no se conoce ninguno que cause adicción o narcosis.
Hay una enorme variedad de alucinaciones: el tipo más común y corriente es el visual, a menudo en colores; sin embargo, todos los sentidos pueden sufrir alucinaciones: visuales, auditivas, táctiles, lfativas y gustativas. Por lo regular una sóla planta alucinógena, como ocurre en el caso del peyote o de la mariguana, provoca distintas alucinaciones.
Los alucinógenos pueden causara psicosis artificiales, lo que dio origen a uno de los términos usados para nombrar esta clase de agentes psicoactivos: psicotomiméticos (que provoca estados psicóticos). No obstante, las últimas investigaciones del funcionamiento cerebral han comprobado que las actividades cerebrales provocadas por alucinógenos difieren fundamentalmente de las que se presentan durante psicosis auténticas.
Estudios recientes han demostrado que los efectos psicofisiológicos son tan complejos que la palabra alucinógenos no alcanza a cubrir toda la gama de reacciones. Por esta razón ha surgido una nomenclatura desconcertante, ya que ninguno de los términos, como phantastica, eidéticos, psicógenos, psicodislépticos, psicotomiméticos, psicodélicos, enteógenos, etc., describe por completo los efectos psicofisiológicos. En europa tales efectos son llamados con frecuencia phantastica.
La verdad es que no hay una sola palabra que delimite este grupo tan variado de plantas psicoactivas. El toxicólogo alemán Lowis Lewin, quien utilizó por primera vez el término phantastica, admite que el término phantastica “no cubre todos los aspectos que hubiera querido”. La palabra alucinógeno es fácil de entender, aunque es importante advertir que no todas estas plantas producen verdaderas alucinaciones. La palabra psicotomimético se emplea frecuentemente, pero no es aceptada por muchos especialistas debido a que no todas las plantas de este grupo producen estados parecidos a la psicosis.
Entre las muchas definiciones que se han ofrecido, la de Hoffer y Osmond es lo suficientemente amplia como para ser aceptada: “los alucinógenos son… sustancias químicas que, en dosis no tóxicas, producen cambios en la percepción, en el pensamiento y en el estado de ánimo; pero casi nunca producen confusión mental, pérdida de memoria o desorientación en la persona, ni de espacio ni de tiempo”.
Basando la clasificación de las drogas psicoactivas en el viejo arreglo de Lewin, Albert Hofmann las divide en analgésicos y eufóricos (opio, cocaína), tranquilizantes (reserpina), hipnóticos (kava-kava) y alucinógenos o psicodélicos (peyote, mariguana y otros). Varios de estos grupos de plantas modifican sólo el estado de ánimo, ya sea calmándolo o estimulándolo; en cambio, el último grupo causa cambios profundos en la esfera de la experiencia, en la percepción de la realidad, incluidos el espacio y tiempo, así como en la conciencia del yo (incluso pueden provocar despersonalizaciones). Sin pérdida de la conciencia, el sujeto entra en un mundo de sueños, que, frecuentemente parece más real que el mundo normal. Es común que los colores cobren una brillantez indescriptible; los objetos pueden perder su carácter simbólico, permanecer independientes y asumir una fuerte carga de significado, ya que parecen poseer una existencia propia.
Los cambios psíquicos y los estados sublimes de conciencia provocados por alucinógenos se encuentran tan alejados de la vida ordinaria que resulta casi imposible describirlos en el lenguaje corriente. Una persona bajo los efectos de un alucinógeno abandona su mundo familiar y actúa según otras normas, en otras dimensiones y en un tiempo distinto. Aún cuando la mayor parte de los alucinógenos proviene de las plantas, algunos se derivan del reino animal (sapos, ranas, peces) y otros son de origen sintético (LSD, TMA, DOB). Su uso de remonta a la prehistoria, de tal manera que se ha postulado que la idea misma de la divinidad surgió como resultado de los sobrenaturales efectos de estos agentes. En general, el concepto de enfermedad o muerte por causas físicas u orgánicas les es extraño a los pueblos aborígenes, pues para ellos ambas son el resultado de intervenciones del mundo espiritual. Por lo tanto, dado que el curandero o el paciente tienen la posibilidad de comunicarse con los dioses y los espíritus por medio de los alucinógenos, éstos son considerados la medicina por excelencia de la farmacopea nativa: son más importantes que los paliativos y medicinas que actúan directamente sobre el cuerpo, por eso se han convertido poco a poco en la base de la práctica “médica” en casi todas las sociedades aborígenes.
Las plantas alucinógenas deben sus afectos a un número limitado de sustancias químicas que actúan de modo específico en alguna parte definida del sistema nervioso central. El estado alucinógeno normalmente no dura mucho tiempo: desaparece cuando los principios que lo causan son metablizados y excretados por el cuerpo; al parecer, hay una diferencia entre lo que llamamos “alucinaciones verdaderas” (visiones) y lo que podríamos denominar “pseudoalucinaciones”. Pueden provocarse condiciones muy semejantes a las alucinaciones mediante algunas plantas altamente tóxicas que alteran el metabolismo normal, de tal forma que fácilmente pueden desarrollarse condiciones mentales anormales. Algunas de las plantas con las que experimentaron los miembros de la llamada subcultura de la droga y que se consideraron como nuevos alucinógenos (p. ej. Salvinovin A) pertenecen tamién a esta categoría. De hecho, se pueden provocar condiciones pseudoalucinógemas sin ingerir sustancias y plantas; las fiebres muy altas provocan reacciones semejantes. Fanáticos religiosos de la Edad Media lograron inducir alteraciones tan profundas en su metabolismo mediante privaciones de agua y comida por periodos prolongados hasta llegar a experimentar verdaderas visiones y a escuchar voces en estas condiciones seudoalucinógenas.


Bibliografía: "Las plantas de los dioses", Hofmann Albert, Schultes Richard Evans, editado por el Fondo de cultura económica,1982, pgs. 10-14.  


jueves, 3 de enero de 2013

La generosidad del indígena; la medicina indígena



Mientras los médicos europeos de finales del siglo XV todavía se encontraban utilizando la sangrías y las sanguijuelas, sus colegas amerindios contaban con una farmacia de lo más compleja. Al contrario de los prácticos facultativos del Viejo Mundo, que trataban  los síntomas más que la causa de las enfermedades, los indígenas habían encontrado los medios de curar eficazmente cientos de enfermedades.
En algunas regiones, los amerindios además de conocer los usos medicinales de miles de plantas, habían instalado una red bastante compleja de especialistas. Con los aztecas, por ejemplo, diversos profesionales el trabajo médico: los tlamatepaticitl aplicaban los ungüentos y prescribían los medicamentos: los texoxotlaniticitl efectuaban cirugías; los temixiuitiani fungían como parteras; los papiani ejercían el oficio de yerberos y los panamacani distribuían los medicamentos.
Los aztecas impresionaron a los españoles por su talento de cirujanos. Los médicos autóctonos, entre otras cosas, cosían las heridas con agujas de hueso y cabellos humanos, e inmovilizaban las extremidades fracturadas utilizando férulas hechas de plumas, goma, resina o caucho. El estudio de los esqueletos encontrados en los sitios arqueológicos también demostró que los aztecas trepanaban el cráneo de los heridos para disminuir la inflamación del cerebro. En el Amazonas, lugar del caucho, los médicos igualmente habían utilizado jeringas compuestas de ese material para administrar ciertos tratamientos.
Con algunas excepciones, y pese a toda su ciencia, los amerindios quedaron impotentes frente a las nuevas enfermedades traídas de Europa. La malaria constituye una de tales excepciones. Esta enfermedad existía fuera de América desde hacía mucho tiempo, y constantemente causaba cuantiosas bajas. Tuvo que ocurrir el encuentro con el nuevo continente para que un remedio eficaz pudiera por fin combatirla. Ese medicamento milagroso, la corteza de la quinina, formaba parte de la farmacología tradicional de los amerindios del Sur, quienes se servían de ella para combatir las fiebres. Ellos la utilizaron naturalmente contra la malaria. En gran parte, fue gracias a ese tratamiento que los europeos pudieron colonizar América en gran escala: antes de la introducción de la quinina, por ejemplo, uno de cada cinco colonos virginianos moría de malaria durante el primer año de su establecimiento en el continente.
La ipecacuana es otro producto amerindio cuya importancia es indudable. Los primeros habitantes del Amazonas la preparaban con raíces de Cephalaelis ipecacuanha y de  Cephalaelis acuminaia, las dos son plantas emparentadas con la quina. La ipecacuana probó ser un tratamiento eficaz contra la disentería, enfermedad caracterizada por diarrea incontrolable que aún en nuestros días provoca la muerte a miles de niños en el mundo.  Debido a sus propiedades vomitivas, la ipecacuana también es utilizada en los centros de desintoxicación para ayudar a los pacientes a expulsar las sustancias tóxicas.
No hay que creer que los europeos no disponían de ninguna planta para curar sus enfermedades; todo lo contrario. Pero con frecuencia ignoraban los beneficios que ciertas plantas podían aportar hasta que los amerindios les demostraran su utilidad. Fue particularmente el caso de Cartier, el primer navegante francés que oficialmente penetró el Río San Lorenzo y se estableció durante el invierno de 1535-1536 en el lugar que posteriormente sería la ciudad de Québec. El Escorbuto no tardó en hacerse presente en el seno del pequeño grupo que estaba privado de comida fresca. 25 hombres (de 110) murieron antes que Cartier se decidiera finalmente a consultar con los indígenas que acampaban a los alrededores. Ellos le mostraron la manera de preparar la annedda, una tizana hecha de corteza y agujas de cedro blanco. Gracias a este brebaje, que contiene una dosis masiva de vitamina C, los hombres de Cartier se restablecieron en menos de diez días. Es un hecho que las prácticas y descubrimientos de los indígenas de América habrían contribuido mucho más activamente al avance de la medicina si los europeos hubieran prestado pronta atención a sus técnicas y terapias medicinales, como la tisana hecha de la corteza de álamo o de sauce para combatir los dolores de cabeza en el norte de América, pues esta planta contiene salicina, un ingrediente activo cuyas propiedades son similares a las de la aspirina, analgésico que los occidentales desarrollaron a precio de grandes esfuerzos de investigación y que no se puso en el mercado sino hasta principios del siglo XX.
Los amerindios tenían el secreto de otro tipo de medicamento que utilizaban desde tiempos muy remotos: los laxantes. Extraído de la corteza de Rhamnus purshiana, el purgante más popular en el mercado en la actualidad, lo utilizaron primero los naturales del norte de California y de Oregón. Muy suave, al contrario de sus primos europeos, la Cáscara sagrada (como la llamaron los primeros españoles que se instalaron en California) evacuaba completamente los intestinos en un lapso de ocho horas.
Aún cuando la aportación de los indígenas americanos a la medicina es muy importante, con frecuencia ha sido subestimada. Tal vez debido a que en el siglo XIX, cuando la ola de tónicos invadió el mercado de América del norte y Europa, los charlatanes abusaron de su reputación medicinal y la medicina amerindia fue perdiendo poco a poco su credibilidad. La imagen de que fue objeto el indígena guerrero en los albores del cine y los espectáculos de variedades durante la primera mitad del siglo XX, contribuyó igualmente a relegar  un segundo plano la imagen del indígena curandero.


Bibliografía: “La generosidad del indígena” dones de las Américas al mundo, Coté Louise, Tardivel Louis, Vaugeois Denis, Fondo de Cultura Económica, 2003, pgs 174-176.

lunes, 17 de diciembre de 2012

En la Antigüedad el universo tenía una forma y un centro; su movimiento estaba regido por un ritmo cíclico y esa figura rítmica fue durante siglos el arquetipo de la ciudad, las leyes y las obras. El orden político y el orden del problema, las fiestas públicas y los ritos privados -y aun la discordia y las transgresiones a la regla universal- eran manifestaciones del ritmo cósmico.Después, la figura del mundo se ensanchó: el espacio de hizo infinito o transfinito; el año platónico se convirtió en sucesión lineal, inacabable; y los astros dejaron de ser la imagen de la armonía cósmica.Se desplazó el centro del mundo y Dios, las ideas y las esencias se desvanecieron. Nos quedamos solos. Cambió la figura del universo y cambió la idea que se hacía el hombre de sí mismo; no obstante, los mundo no dejaron de ser el mundo, ni el hombre los hombres. Todo era un todo. Ahora el espacio se expande y disgrega; el tiempo se vuelve discontinuo; y el mundo, el todo, estalla en añicos. Dispersión del hombre, errante en un espacio que también se dispersa, errante en su propia dispersión. En un universo que se desgrana y se separa de sí, totalidad que ha dejado de ser pensable excepto como ausencia o colección de fragmentos heterogéneos, el yo también se disgrega. No es que haya perdido realidad ni que lo consideremos como una ilusión. Al contrario, su propia dispersión lo multiplica y lo fortalece. Ha perdido cohesión y ha dejado de tener un centro, pero cada partícula se concibe como un yo único, más cerrado y obstinado en sí mismo que el antiguo yo. La dispersión no es pluralidad sino repetición: siempre el mismo yo que combate ciegamente a otro yo ciego. Propagación, pululación de lo idéntico.

O. Paz
"Una comunidad creadora sería aquella sociedad universal en la que las relaciones entre los hombres, lejos de ser una imposición de la realidad exterior, fuesen como un tejido vivo, hecho de la fatalidad de cada uno al enlazarse con la libertad de todos. Esa sociedad sería libre porque, dueña de sí, nada excepto ella misma podría determinarla; y solidaria porque la actividad humana no consistiría, como hoy ocurre, en la dominación de unos sobre otros (o en la rebelión contra ese dominio), sino que buscaría el reconocimiento de cada uno por sus iguales o, mas bien, por sus semejantes. La idea cardinal del movimiento revolucionario de la era moderna es la creación de una sociedad universal que, al abolir las opresiones, despliegue simultáneamente la identidad o semejanza original de todos los hombres y la radical diferencia o singularidad de cada uno."  

O. Paz



viernes, 14 de diciembre de 2012

AMANITA MUSCARIA: LOS FUNDAMENTOS DEL CIELO



El soma, ese narcótico divino de la antigua India, conquistó un lugar privilegiado en las ceremonias mágico-religiosas de los arios que, hace 3500 años, bajaron del norte hacia el valle del Indo, donde propagaron su culto. Los invasores adoraban al sagrado intoxicante y bebían extractos de amanita en sus rituales. Mientras que la mayor parte de plantas alucinógenas fueron consideradas como simples mediadores con lo divino, el soma se reconoció como un dios por sí mismo. Una antigua tradición hindú, recogida en el Rig-Veda (el libro más antiguo de los Vedas), afirma que “Parjanya, el dios del trueno, fue el padre del soma” (Indra)

“Entra al corazón de Indra, receptáculo de soma, como ríos que entran al océano, tú que complaces a Mitra, Varuna, Vayu, ¡oh fundamento del cielo!”
   “Padre de los dioses, progenitor de la fuerza vital, fundamento del cielo, fundación de la tierra”.  (himnos del Rig-Veda)

De los más de mil himnos sagrados que componen el Rig-Veda, 120 están dedicados exclusivamente al soma. Pero el culto fue reprimido, y la planta, originalmente tan sagrada, cayó en el olvido; otras plantas sin o con pocas sustancias psicoactivas, tomaron su lugar. No obstante, la identidad del soma permaneció como uno de los enigmas de la etnobotánica por más de 2000 años. Sólo en 1968 estudios interdisciplinarios demostraron con pruebas contundentes que el narcótico sagrado de los antiguos hindúes era un hongo: Amanita Muscaria. La Amanita Muscaria es tal vez el más antiguo de los alucinógenos y probablemente también el más utilizado.

El uso peculiar de la Amanita Muscaria como alucinógeno está documentado desde 1730. Fue entonces cuando un oficial militar sueco, quien estuvo 12 años en Siberia como prisionero de guerra, informó que en algunas tribus de la región de los chamanes empleaban la amanita como un intoxicante. Este uso persistió entre algunos grupos ugrofineses desperdigados en Siberia. Algunas tradiciones sugieren que otros grupos en esta vasta región boreal también ingirieron el hongo.
Una leyenda Koryak habla de un héroe, Gran Cuervo, que capturó una ballena y luego fue incapaz de regresar un animal tan pesado al mar. El dios Vahiyinin (Existencia) le dijo que comiera espíritus de wapaq para conseguir la fuerza que necesitaba. Vahiyinin escupió sobre la tierra y brotaron pequeñas plantas blancas: los espíritus de wapac.
Una vez que comió wapac, gran cuervo se volvió sumamente fuerte, y suplicó: “Oh, wapac!, crece por siempre en la tierra”. Después de lo cual ordenó a su gente aprender lo que wapac podía enseñarles. Wapac es la amanita, el regalo de Vahiyinin.
Las tribus de Siberia que comían estos hongos no conocían otros intoxicantes hasta que los rusos introdujeron el alcohol. Secaban los hongos al sol y se los comían, solos o en un extracto con agua, con leche de reno o con el jugo de varias plantas dulces. Cuando el hongo se comía en estado sólido, se humedecía primero en la boca, o bien, una mujer no dejaba de ensalivarlo hasta formar una bolita húmeda, como una píldora, que el hombre se comía. El uso ceremonial de la amanita desarrolló la práctica ritual de beber la orina, ya que estas tribus aprendieron que los principios psicoactivos del hongo pasan sin ser metabolizados por el cuerpo o en forma de metabolitos todavía activos, lo cual es poco usual con relación con los compuestos alucinógenos de las plantas. Uno de los primeros informes refiere que los Koryak “vierten agua sobre algunos hongos y los hierven. Luego beben este licor y se intoxican; lo más pobres que no tienen los medios para acopiar los hongos, se apostaban alrededor de las tiendas de los ricos buscando la oportunidad en que los invitados salían para orinar, y sosteniendo un recipiente de madera recogían la orina. Después la bebían , y como conservaba parte de las virtudes de los hongos, lograban intoxicarse también”
Definitivamente el Rig-Veda hace referencia a este ritual del soma, en que se bebía la orina: “los hombres hinchados orinan el soma que fluye. Los señores, con las vejigas hinchadas, orinan el soma con rápidos movimientos”. Los sacerdotes que personificaban a Indra y Vayu, habiendo bebido soma en la leche, orinaban soma. En lo poemas védicos, orina no es un término ofensivo sino una metáfora de carácter noble para describir la lluvia: la bendición de la lluvia se compara a un torrente de orina y las nubes fertilizan la tierra con su orina.
Cuando la intoxicación con amanita es fuerte, los sentidos se trastornan, los objetos circundantes aparecen como si fueran muy grandes o muy pequeños, y hay alucinaciones acompañadas de movimientos espontáneos y convulsiones. “hasta donde pude darme cuenta, los ataques de gran animación  se alternan con momentos de profundas depresiones. Las personas intoxicadas con amanita se sientan calmadamente, se mecen de lado a lado e, incluso, toman parte en conversaciones con su familia. De pronto, sus ojos se dilatan, comienzan a gesticular convulsivamente, a sostener conversaciones con otras personas que supuestamente ven, cantan y bailan. Luego viene otro intervalo de descanso.”
Al parecer, la amanita se empleó con fines alucinógenos en Mesoamérica; es una planta silvestre en las zonas altas del sur de México y de Guatemala. Los mayas de las tierras altas de Guatemala, por ejemplo, conocían las propiedades especiales de Amanita muscaria, pues la llaman kakuljá-ikox (hongo del rayo) y la relacionan con uno de sus dioses: Rajaw Kakuljá, el señor del rayo. Es precisamente este dios el que gobierna a los chacs, duendes que traen la lluvia, que ahora se conocen por su  designación cristiana como angelitos. El nombre quiché de la Amanita muscaria, Kakul o Kakuljá, se refiere a su origen legendario, mientras que el término itzelocox, se refiere a su poder sagrado como “un hongo malo o diabólico”. Tanto el rayo como el trueno han sido asociado en muchas culturas, desde la antigüedad, con los hongos, en especial con la Amanita muscaria. “De cualquier forma, los maya-quiché sabían evidentemente que la Amanita muscaria no es un hongo como todos los demás, sino que está relacionado con los sobrenatural.”
Los primeros pobladores de América vinieron de Asia (esto nos dice la teoría científica, de todos modos, hay relaciones entre las culturas asiáticas y las americanas), cruzando lentamente el estrecho de Bering. Los antropólogos han encontrado muchos rasgos culturales en América relacionados con las culturas asiáticas. Descubrimientos recientes han revelado vestigios de importancia mágico-religiosa que la amanita ha conservado en las culturas norteamericanas. Hay datos indiscutibles acerca del uso de la amanita como alucinógeno entre los dogrib athabascan, que viven en las montañas Mackenzie al noroeste de Canadá. Estos grupos indígenas utilizan la Amanita muscaria como un sacramento en sus prácticas chamánicas. Un joven neófito informó que el chamán lo había “arrebatado”: “yo no tenía voluntad, ni poder sobre mi mismo. No comía, no dormía, no pensaba (…) ya no estaba yo en mi cuerpo”. Después de una sesión posterior, escribió: “Purificado y madura para la visión, me levanto, una rebosante bola de semillas en el espacio (…) he cantado la melodía que hace añicos las estructuras. Y la melodía que deshace el caos, y he sangrado (…) he estado con los muertos y he asaltado el laberinto”.
Recientemente se ha descubierto que los indígenas Ojibwa que habitan en las orillas del Lago Superior (Michigan) utilizan la Amanita muscaria en sus rituales: el hongo desempeña el papel de un alucinógeno sagrado en una ceremonia tradicional celebrada cada año; el hongo se llama oshtimisk wajash-kwedo (hongo de cabeza roja).